Sigo sorprendiéndome de cómo en Barcelona el uso del inglés para titular exposiciones se haya vuelto un hábito tan extendido. Me pregunto si se trata de un conflicto lingüístico irresuelto o si más bien es un grito silencioso, la esperanza de que alguien más allá de estos muros, fuera de esta habitación pequeña y sofocante, esté allí escuchando nuestra fatigada voz.